miércoles, 30 de junio de 2010

GOBERNAR LO INGOBERNABLE

Quién gobierna lo ingobernable, las mareas bajas o la pleamar, los instintos carnales o el hambre más voraz, quién maneja los hilos de nuestra voluntad para reconducirla por amplias e iluminadas avenidas en vez de por estrechos y oscuros callejones. Los ojos, espejo del alma o el alma, reflejo de los ojos, recuerdo miradas tenebrosas, huidizas, altivas, prepotentes, dolorosas, infantiles, piadosas, humillantes y humilladas, desconcertantes y tranquilizadoras, fijas, penetrantes o lascivas. Todas las he intentado esquivar como el malhechor que huye de la cámara de seguridad, atenta a sus fechorías. No poseo en mi haber fechorías de las que arrepentirme, pero no me siento cómodo con unos ojos clavados sobre mi persona. Prefiero ser observador de la realidad, pasar inadvertido ante el resto de la gente, escurrirme entre la multitud como alma volátil que fluye en el éter, gobernar mi soledad y mi compañía, mi llanto y mi sonrisa, mi ayuno y mi apetito, mi esfuerzo y mi apatía, mi atracción y mi rechazo. Sin embargo, quién, caminando por esta vieja calle del Raval de Barcelona sería capaz de seguir mirando al frente y no clavar su mirada en semejante sitio de la foto. Gobernar lo ingobernable es imposible, yo tambien se lo he mirado.


2 comentarios:

  1. Yo tampoco he podido evitar que una mirada un tanto morbosa y desde luego un mucho fantasiosa, se me escapara justo a ese sitio de la foto. Un placer.

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