viernes, 25 de junio de 2010

TENÍA QUE HUIR

Tenía que huir y lo hice. Dicen que una huída a tiempo supone una victoria, pero la mía tenía un sabor bien distinto. Aún así, no me sentía perdedor de ninguna batalla, lo que estaba a punto de hacer era alargarla en el tiempo, cambiar su escenario, en vez del enfrentamiento cuerpo a cuerpo, pasaría a las trincheras de la retaguardia. Un día, otro y otro más, hasta que se cerrasen las heridas de un alma atormentada por la indiferencia emocional, sería costoso, pero no me quedaba otra alternativa. Tenía que huir y lo hice.
Nunca me escondí y ni le dí la espalda a mi huída, avancé agazapado pero con la frente bien alta, con mi voz callada pero haciendo sonar mis palabras, oculto entre la multitud pero presente en la intimidad.
La huída a veces es larga, sigo huyendo día a día por oscuros callejones y alargadas avenidas con la certeza y el convencimiento de que cada paso supone una nueva victoria, de que cada territorio conquistado supone un nuevo estandarte en mi camino.
Cuenta la leyenda que por un momento me rendí, que dejé sin más de huir, que corrí despavorido, que me escondí de la sociedad en una apartada morada en la que los días se juntaban con las noches y las noches con los días, pero no es verdad, jamás dejé de huir, ni lo haré mientras me queden motivos suficientes para seguir manteniendo viva mi batalla porque el que huye hacia la felicidad podrá perder cien batallas pero con toda seguridad saldrá victorioso el día de la batalla final.





Con melodías como esta compuesta e interpretada por Omar Faruk Tekbilek, consigo ganar las pequeñas batallas con las que me desfía la vida.

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