lunes, 7 de noviembre de 2011

LAS SEÑALES


Quizás las señales no fuesen lo suficientemente claras para mi capacidad de interpretación, pero debo admitir que yo las veía o al menos las creía ver. Veía volar sobre mi cabeza aves rapaces, las veía perseguir sus presas en vuelos fraticidas y las veía planear por valles y montañas en busca de cobijo migratorio. Quizás esas no fuesen las señales, pero yo me imaginaba que aquellos seres me querían decir algo, que aquellos arabescos imaginarios que dibujaban en el cielo formaban parte de un mensaje secreto, de un pentagrama oculto que yo debía descifrar.

Es difícil empezar de nuevo a los cuarenta. A esa edad, uno ya debería de haber cogido suficiente altura como para ser capaz de posarse en tierra sin necesidad de batir sus alas y no volver a caer en las redes traidoras que te deja el destino. Yo debería ver las señales, pero no las veo y me vuelvo a enredar una y otra vez en un bucle maldito que me hace regresar al mismo punto de partida.

Quizás las señales no viniesen del cielo y el equivocado era yo, todo el día mirando hacia las alturas cuando el problema se encontraba a ras de suelo, siempre con pájaros subversivos sobre el pensamiento mientras los ojos y la voluntad permanecían tapados por la venda de la sumisión total.

Quizás la señal era yo encerrado en una jaula sin rejas, posado en mi balancín de hojalata, viendo venir la vida y viendo a la vez como se va con su movimiento pendular. La señal era unas alas atrofiadas de no utilizarlas. La señal era un pozal de alpiste y otro de agua nunca llenos pero tampoco vacíos. La señal era una garganta sin trinos, por miedo a molestar. La señal era una pluma caída en el tiempo. La señal era la inmensidad, la señal era las barreras invisibles que cada uno somos capaces de ponernos, la señal era la cantidad de errores que tenemos que cometer en nuestra vida hasta darnos cuenta de que el camino no es el correcto. La señal era volar, cuanto más alto mejor y no permanecer preso en una jaula de oro. La señal era que si uno no es capaz de salir de la jaula alguien lo hará en tu lugar. La señal la acabo de comprender y aunque ha sido duro llegar hasta este punto, doy por bueno el sufrimiento si por fin soy capaz de asimilar las señales y salir de esa jaula imaginaria y volar, volar alto y al fin poder planear por la vida y dibujar arabescos con mis alas y escribir mensajes ocultos para que alguien al mirar hacia el cielo, se dé cuenta, que para encontrar la solución hay que mirar única y exclusivamente hacia adentro de uno mismo.

2 comentarios:

  1. En el cantar de mío Cid está escrito uno de los pocos párrafos que me se de un libro y que seguro te he dicho más de una vez: "albricias Alvar Fáñez de Minaya, cuervos a la diestra". Así que, sin dejar de mirar hacia adentro, fíjate también por el lado que asoman las aves, no vaya a ser que sea verdad que llevan buenos augurios consigo.
    Y olvídate de cantar los cuarenta, que la vida es larga y los proyectos también y si vuelas y te das un estacazo, que no sea, al menos, por no haberlo intentado.

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  2. Cierto amigo Sancho pero es que a veces "veo Giagantes donde dicen que hay molinos" pa que veas que yo también me se párrafos de libros.

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