martes, 22 de febrero de 2011

LA CERA QUE ARDE

Vivo condenado al equilibrio inestable
y la conciencia implacable,
una de dos, inocente o culpable.

Soy prisionero de mis propios alardes
de la herida incurable
que es la ocasión
que aún está por llegarme.

Nunca fuí tan fiero que los perros me ladren
y aunque esquivo de amarre
tengo algo más, algo muy importante,
es mi tesoro, es la prueba palpable
cuando llamo y me abres,
cuando te vas y yo puedo quedarme.

Soy más sincero que un reguero de sangre
que el sabor a vinagre,
por lo demás, ni pequeño ni grande.

Y lo que espero desde aquí en adelante,
es que el cuerpo me aguante,
que no haya más,
que la cera que arde.

Rosendo Mercado.



lunes, 14 de febrero de 2011

YO TAMBIÉN SÉ JUGARME LA BOCA


Era el pez con mejores caderas
del mar de la moda,
se dejaba achuchar por cualquiera
(incluyéndome a mí),
sus palabras decían de memoria
lo que dicen todas,
sus pupilas contaban historias
para no dormir.

Yo era el último mono, un innoble
mirón solitario,
en las bodas algún pasodoble,
de suelto... ni hablar.
El perfume tabú de Chanel
y el cubata de Larios
no acostumbran buscarse un motel
cuando cierran el bar.

Porque siempre hubo clases y yo
soy el hombre invisible
que una noche soñó un imposible
parecido al amor.

Porque el mundo es injusto, chaval,
pero si me provocan
yo también sé jugarme la boca,
yo también sé besar.

Compartimos la misma toalla,
distintos sudores,
todavía quedan islas con playas
color azafrán.
Fui su medio limón, su chéri,
su peor latin lover,
su lección de español, su desliz,
su comme ci, su comme ça.

Pero un día retiraron las mesas
y... hasta otro verano.
Las mejores promesas son esas
que no hay que cumplir
y... "viajeros al tren, que nos vamos",
me dijo un milano,
"flaco, pórtate bien, au revoir,
buena suerte en París".

Porque siempre hubo clases y yo
no doy bien de marido.
Otra vez a perder un partido,
sin tocar el balón.

Porque el mundo es injusto, chaval,
pero si me provocan
yo también sé jugarme la boca,
qué te voy a contar.

Letra: Joaquín Sabina.

martes, 8 de febrero de 2011

EL INFIERNO DE TU AUSENCIA

A trabajos forzados me condena
mi corazón, del que te di la llave.
No quiero yo tormento que se acabe,
y de acero reclamo mi cadena.

No concibe mi alma mayor pena
que libertad sin beso que la trabe,
ni castigo concibe menos grave
que una celda de amor contigo llena.

No creo en más infierno que tu ausencia.
Paraíso sin ti, yo lo rechazo.

Que ningún juez, declare mi inocencia,
porque, en este proceso a largo plazo,
buscaré solamente la sentencia
a cadena perpetua de tu abrazo.

Poema escrito por Antonio Gala interpretado agónicamente por la oscura lucidez de Antonio Vega.